Trabajo, consumismo y nuevos pobres by Zygmunt Bauman

Trabajo, consumismo y nuevos pobres by Zygmunt Bauman

autor:Zygmunt Bauman [Bauman, Zygmunt]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1998-01-01T05:00:00+00:00


¿La mayoría satisfecha?

Hace dos décadas que los hechos parecen negar aquellas deducciones. En un país tras otro, la mayoría de los votantes apoya a los partidos que, explícitamente, reclaman la reducción de las prestaciones sociales o prometen reducir los impuestos a la renta individual, lo que tiene el mismo efecto. La frase «Aumentar los impuestos» es un anatema en boca de los políticos y una maldición en los oídos de los votantes.

La abrumadora unanimidad sobre este punto manifestada por todos los partidos sirvió a algunos analistas para anunciar el nacimiento de una «nueva solidaridad», de un nuevo consenso político que iría «más allá de la izquierda y la derecha». Pero se olvidan de que, no hace mucho, el Estado del bienestar trascendía también a los partidos, y se presentaba como base y expresión de una genuina solidaridad entre las clases sociales. Efectivamente: las políticas del Estado del bienestar contaron siempre con amplio consenso democrático. El consenso se mantiene, como hace medio siglo; solo que ahora se expresa justamente en sentido contrario. Lo que hace falta explicar es este cambio de frente.

Y nadie explicó mejor ese cambio y sus efectos políticos (hace solo dos décadas, todavía impredecibles para los más agudos especialistas) que John Kenneth Galbraith en su debate sobre la «mayoría satisfecha». ¿Cómo es posible, se preguntaba, que en una comunidad democrática la mayoría de los votantes apoye el aumento de la desigualdad? Tal cosa jamás había ocurrido; al menos, desde que el voto es realmente democrático, desde que se extendió de las clases propietarias a todos los ciudadanos adultos.

Pero debe de haber habido una buena razón. Los pobres e indolentes, los que nunca consiguieron bastarse a sí mismos ni llegar a fin de mes sin ayuda de los demás, siempre fueron minoría, incluso una insignificante minoría en lo político. Era muy difícil que se presentaran a votar en las mesas electorales, y siempre resultó más fácil descuidar sus intereses y deseos. Esto, en modo alguno ponía en peligro las posibilidades de un candidato. La mayoría que favorecía alguna forma de redistribución de la riqueza, la corrección de las desigualdades y, sobre todo, las garantías colectivas de bienestar individual, debía, por lo tanto, provenir de otro sector. El «votante medio», cómodamente instalado a una buena distancia de la pobreza extrema, formaba sin duda parte de ella. Los que votaban en favor de la red de contención (sostenida por el Estado) deben de haber sido quienes no tenían intención de usarla en lo inmediato; gente que, incluso, esperaba sinceramente no tener que usarla jamás. A primera vista, actuaron de forma altruista, dispuestos a realizar un sacrificio personal a cambio del cual, probablemente, no recibirían recompensa alguna en un futuro cercano y, con suerte, jamás. ¿Qué los llevaba a comportarse así?

Lo más probable es que el verdadero motivo fuera su falta de seguridad en sí mismos. Hasta entonces se las habían arreglado solos; pero ¿cómo saber si la suerte (puesto que era una cuestión de suerte) les duraría siempre? Veían el mundo



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